Una película que nos envuelve con su deslumbrante estética y una trama tan precisa como la aguja de una modista. Sin lugar a dudas, una joya del cine australiano que logra mezclar géneros con audacia y elegancia. Dirigida por Jocelyn Moorhouse y protagonizada de manera magistral por Kate Winslet, este filme no es solo una representación de una historia de regresar a casa, sino una reinvención de lo que es la justicia, mientras se borda con hilos enfocados en la comedia negra, drama y glamour.
La historia sigue a Myrtle “Tilly” Dunnage, una mujer sofisticada y misteriosa que, tras años perfeccionando su arte en los grandes salones de moda de París, regresa al árido y polvoriento pueblo de Dungatar, en Australia, de donde fue expulsada siendo solo una niña e injustamente acusada de un crimen. Tilly retorna con una máquina de coser como su mejor arma, con la misión de esclarecer los hechos del pasado y enfrentar a una comunidad que aún la mira con desconfianza.
Lo que en otro filme podría haber sido una típica narrativa de redención, en The Dressmaker se convierte en un despliegue visual y emocional, donde cada vestido es una declaración de poder y cada diseño un acto de rebelión. Utilizando su talento en la costura, transforma a cada mujer del pueblo no solo elevando su apariencia con sus diseños de alta costura, sino que les devuelve la confianza perdida. Así, la moda se convierte en catalizadora del cambio y el empoderamiento.
Pero bajo las telas lujosas y los cortes impecables se esconde una historia profundamente humana, tejida con traumas, secretos familiares y deseos reprimidos. El pueblo, con sus personajes caricaturescos y oscuros, sirve como microcosmos de una sociedad hipócrita que prefiere enterrar sus pecados que enfrentarlos. En este entorno hostil, Tilly encuentra un inesperado aliado en Teddy McSwiney (interpretado por Liam Hemsworth), un joven que le ofrece un atisbo de ternura en medio de tanta hostilidad.
En el transcurso de la película, la tensión crece y se hace cada vez más palpable, desencadenando un final tan impactante como liberador. The Dressmaker no solo entrega una lección de estilo, sino también una reflexión mordaz sobre la memoria, la identidad y la fuerza de una mujer decidida a reclamar su lugar, cueste lo que cueste.
Las actuaciones memorables y un vestuario impecable, hace que The Dressmaker logre lo que pocas: hacer de la venganza un arte y de la moda una herramienta de justicia.

