InicioEntrevistasVisionarioMaritza Olivier con su nueva propuesta culinaria "homemade" en la ciudad colonial

Maritza Olivier con su nueva propuesta culinaria «homemade» en la ciudad colonial

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Si bien es cierto que llegar a crear el croissant perfecto es una tarea retadora, para esta mujer ejemplar –fundadora de un pequeño espacio con grandes sueños– esto ya es parte de una creación culinaria que brinda una experiencia del buen gusto. Maritza Olivier desarrolló una sensibilidad entre los objetos estéticos y todo lo que le rodea para tener una percepción no solo como espectador, aspiró a ver más allá, lo intrínseco, hasta sentir la emoción que emana de la esencia. Desde muy temprana edad se rodeó con familiares apasionados por el arte en todas sus facetas y de allí tomó las riendas de su camino y se fue adentrando en el mundo hotelero, brindando experiencias basadas en sus remembranzas y manteniendo siempre las costumbres familiares y la esencia de la dominicanidad.

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En el 2009 creó Casa Olivier, una filosofía, una guía gastronómica que nace de la experiencia, de la verdad; es la aspiración de expresar las observaciones personales en todo lo relativo a la gastronomía. La esencia de este proyecto se basa en arte, todo los tipos de trabajos del arte: espacial, pintura, música, percepción y la experiencia. Buscan un aspecto armonioso y aprovechan las vivencias del día a día para promover la placidez de un ambiente de ensueño cerca de su persona. Casa Olivier es una galería de arte, es una trayectoria de vivencias entre lo cultural y lo emocional, y, al conjugarlo, se obtiene la ebullición de un sello personal entre la pluralidad de los amantes de lo auténtico.

Una marcada estética francesa caracteriza este espacio y surge de una actitud de curiosidad en la lectura, los viajes y la comunicación. En cada espacio, Francia toma su esencia en la gastronomía, el color y la placidez de una conversación acompañada de un buen vino. Combina la atmósfera que nos trae paz, en un espacio placentero para el espíritu. El diseño de este delicatessen se inspira en la memoria de su osada creadora, en sus visitas al jardín del Palacio de Versalles, la Riviera Francesa, la lectura de las ideas de Virginia Wolf, el viaje a la República de Checoslovaquia, antes y después de la división; en viajar de manera insaciable, en tocar el arte con la mirada, con la gente a su alrededor, visitar y comer en los mercados de los diferentes países, conocer los museos, tener pintores y artistas preferidos para profundizar las expresiones que los hicieron famosos. Asimismo el intercambio con emigrantes provenientes de Europa, especialmente con su padre, quien aprendió costumbres, celebraciones culturales y su contacto con la música clásica. Así oyó a Beethoven a través de discos, lo que despertó en su niñez la curiosidad por lo nuevo que aún conserva.

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La expresión más fuerte que se trata de brindar a través de la inmersión en los diseños del lugar es vida, hoy es una vida nueva donde no se acumulan penas, se derraman lágrimas para lavar el cielo y mirando a lo más profundo del alma. La señora Olivier trae energía y puede dar un poco de alegría estando presente. En cuanto a una buena mesa, Maritza combina elementos naturales como frutas, hojas y flores frescas o secas, piezas en cristal, el uso de la madera y la desproporción en los tamaños de las piezas decorativas, piezas de tela, el color en sus degradaciones y, sobre todo, creatividad, pone emoción y expresa su estados de ánimo, desde lo más profundo del amor.

Para la elaboración de las creaciones llevadas a cabo en este deli, su creadora mantiene las raíces de la gastronomía dominicana, mayormente las que nos dejaron los franceses y los españoles. Siempre con platillos que deleitan al paladar más exigente de los comensales. De igual forma, usa ingredientes naturales, no procesados, de alta calidad, e implementa los principios de conservación de alimentos y, sobre todo, de nutrición.

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El funcionamiento actual de este hermoso concepto culinario es preparar bufets con menús especiales hasta seis comensales. Servir a un solo grupo y por reservaciones, brunch y cenas. La experiencia de la Ciudad Colonial más frecuente es meriendas, grupos de hasta 12 personas para celebraciones informales, café de la tarde o mañana acabado de moler, copas de vinos y cócteles, dulces y helados, croissants, tablas de quesos, pedidos de quiches y cakes, etc.

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