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Xiye Bastida: La voz de una nueva generación climática

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Desde pequeña, Xiye Bastida aprendió a ver el mundo a través de una lente profundamente conectada con la tierra. Su nombre, que significa “lluvia suave”, parece anticipar la fuerza serena pero firme con la que hoy alza la voz por el futuro del planeta. Hija de padres ambientalistas y miembro de una comunidad indígena en México, Xiye lleva en su ADN la conciencia ecológica y el respeto por la naturaleza. “Siento que es mi responsabilidad continuar con el trabajo que mis padres comenzaron, porque quiero un mundo mejor para las generaciones que vienen”, afirma con convicción. Hoy, a sus veintitantos años, forma parte de una generación de jóvenes que pasó de marchar por las calles a liderar iniciativas globales por la justicia climática.

¿Cuál dirías que es la principal diferencia entre los jóvenes activistas de hace unos años y los que hoy asesoran organizaciones?

La diferencia más clara es el momento de vida en el que estamos. Teníamos 16 o 17 años cuando comenzamos a movilizarnos, y ahora, con 21, 22 o 23, muchos ya estamos terminando nuestras carreras universitarias, todas enfocadas en el medioambiente. Nos estamos formando como profesionales en energía, negociaciones climáticas, liderazgo… eso ha transformado el movimiento. Hoy existen organizaciones lideradas por jóvenes que, además de alzar la voz, están recaudando y canalizando fondos para apoyar a otros jóvenes, como lo hace el Fondo Juvenil para la Justicia Climática. Ya no solo marchamos: construimos estructuras, proponemos soluciones y ejecutamos acciones concretas.

¿Y cuáles han sido los logros más significativos hasta ahora?

Muchos de estos logros están ligados a las conferencias climáticas internacionales. Uno de los más importantes ha sido la creación del fondo de pérdidas y daños, un mecanismo por el cual los países del norte global se comprometen a aportar recursos económicos a las naciones más afectadas por desastres climáticos. También es histórico que, por fin, se haya comenzado a nombrar a los combustibles fósiles en las declaraciones de Naciones Unidas. Eso no había ocurrido en 27 años. Nombrar la raíz del problema nos permite exigir planes reales de transición energética. Es un cambio sistémico enorme. Otro avance es que la ONU reconoció el derecho a un medioambiente sano como un derecho humano, lo cual abre la puerta a usar marcos legales para exigir acción climática. Ya no basta con pedir cambios: si no se actúa, debemos ejercer presión legal.

¿Cómo influyó tu infancia en México, con padres activistas, en tu compromiso actual?

Crecí con una conexión muy profunda con la tierra. En mi comunidad indígena, realizamos ceremonias que honran a los cuatro elementos y agradecen a la madre tierra. Para mí, eso era lo normal. Pero también veía muchas fábricas, contaminación… y me preguntaba por qué el mundo estaba tan desconectado de lo que me enseñaban en casa. Al principio, incluso dudaba de lo que mis padres me contaban sobre el cambio climático, porque no lo veía reflejado en la sociedad. Pensaba: “Si esto fuera real, la gente estaría actuando diferente”. Pero cuando mi comunidad se inundó, entendí que la crisis no era una teoría, sino una realidad que ya nos estaba alcanzando. Ahí nació la urgencia por actuar.

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Ismalay Liranzo
Ismalay Liranzo
Una muchachita vieja que le encanta escribir historias.
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