Juan Trinidad no es solo un escultor; es un narrador de historias talladas en madera, un alquimista que convierte la materia en memoria y el tiempo en forma. Sus manos no solo moldean la superficie, sino que despiertan en cada pieza el alma dormida de la identidad dominicana. En su obra resuenan los ecos de los taínos, la herencia africana, la impronta española, la fuerza del Caribe. La madera que elige, con su dureza ancestral y su aroma a historia, se convierte en testigo de un diálogo entre pasado y presente, entre lo que fuimos y lo que seguimos siendo.
Sus esculturas no buscan imitar la realidad: la interpretan, la amplifican, la reinventan con volúmenes que se elevan como plegarias y colores que vibran con la intensidad del sol antillano. Cada grieta, cada pulida, cada sombra proyectada sobre sus piezas cuenta algo más que un proceso artístico: es un testimonio de la lucha, la resistencia y el orgullo de un pueblo que se niega a olvidar sus raíces.


Más que una vocación, para Juan Trinidad la escultura es un destino, un lenguaje propio que le permite traducir la esencia de su tierra en formas que trascienden fronteras. Sus piezas han recorrido el mundo, llevando con ellas la voz de la República Dominicana a escenarios como la Bienal Nacional de Hielo, donde su talento posicionó al país en el séptimo lugar, y al Museo Sharm El Sheikh en Egipto, donde su obra reposa como un emblema del arte caribeño. En Europa, su serie La esencia de la mujer caribeña ha sido aclamada en Alemania, París y Nápoles por su capacidad de capturar la fortaleza y la sensibilidad de la feminidad en el trópico.
Ahora la mirada de Juan Trinidad se dirige a Seúl, Corea del Sur, donde sus esculturas de hasta tres metros de altura elevarán una vez más la dominicanidad ante los ojos del mundo.




Pero Juan Trinidad…
no crea para la fama ni para el reconocimiento; su mayor ambición es la permanencia. Cada pieza suya es una semilla plantada en el tiempo, una declaración de que el arte no es sólo forma, sino testimonio. “Sin olvidarme del pasado, hago esculturas pensando en el futuro”, dice, consciente de que su obra es un puente entre generaciones. En un mundo que avanza con vértigo, donde las raíces a menudo se diluyen en la globalización, su trabajo es un ancla que nos recuerda quiénes somos. Con cada golpe de gubia, con cada veta revelada, Juan Trinidad esculpe no solo la madera, sino el alma misma de la República Dominicana.





