Desde sus primeros trazos en su infancia hasta llegar a realizar grandes exposiciones internacionales, le ha dedicado su vida al mundo del arte con pasión y dedicación, recibiendo inspiración del mundo que le rodea.
El llamado del arte desde la infancia
Recuerda que su amor por el arte nació incluso antes de aprender a hablar. “Estoy pintando desde los tres años de edad. Mi madre percibió que tenía un deseo incontrolable por pintar y dibujar, así que mis padres me proporcionaron papel, pinturas y lápices de colores para expresarme”, relata. Su talento fue reconocido con prontitud, lo que lo llevó a recibir formación artística desde los 12 años en clases de pintura para adultos. Más tarde, continuó su educación en la Rhode Island School of Design, donde estudió Arquitectura y Pintura. “Nunca he amado otra profesión, el arte es mi llamado y vocación desde mi niñez”, afirma con convicción.


Desafíos de una carrera internacional
Como en toda carrera artística, los inicios no fueron sencillos. “El mayor desafío que enfrenté fue decidir quedarme en los Estados Unidos después de mi graduación. Mis padres querían que regresara a Santo Domingo, pero sentía que en el extranjero tendría mayor acceso a nuevas vertientes artísticas e innovadoras tendencias”, explica. Esta decisión fue determinante en su crecimiento profesional y le permitió crear un lenguaje artístico propio con influencias globales que se puede apreciar en cada una de sus piezas.
El color como esencia de su obra
En su trabajo, el color es protagonista. “El tema más significativo y recurrente en mi obra es el valor estético de la pintura misma: el color como elemento emotivo de mi realidad”, describe. Más allá de una narrativa concreta, su arte explora las cualidades del proceso pictórico, las transformaciones del material y la expresión espontánea. Su estilo refleja una abstracción conceptual que juega con la forma y la energía de la pintura en sí misma.


La esencia dominicana en su arte
Aunque lleva muchos años fuera de su tierra natal, la cultura dominicana sigue siendo una influencia clave en su obra. “Para mí, la cultura dominicana posee una identidad emocional. La fuerza dinámica, la energía productiva y la iluminación tropical toman una realidad pictórica en mi trabajo”, explica. Su pintura capta la esencia del Caribe con colores vibrantes, paisajes abstractos, pinceladas que evocan la vitalidad de un merengue al aire libre y por sobretodas las cosas la hospitalidad que emana de cada habitante de nuestra tierra.
“Elixir Marino”: un homenaje al trópico
Su más reciente exposición, Elixir Marino, es una oda al Caribe y a la naturaleza dominicana. “Es una visión romántica y sentimental del entorno natural que cada día parece alejarse de nuestras almas”, comenta. Pintadas en Europa con óleo sobre lienzo de lino belga, estas obras expresan la nostalgia por su país y el anhelo de fusionarse con su mundo acuático y floral.


Lo que depara el futuro
Alejandro trabaja en un proyecto que busca plasmar el “orden natural del mundo” en la pintura, transformando mitologías humanas en un lenguaje pictórico abstracto. Su objetivo es representar la identidad universal o Dios, fomentando un diálogo entre el arte, la filosofía y la espiritualidad.
Con una carrera sólida y una pasión intacta, explora nuevas formas de expresión sin perder la esencia de su raíz dominicana. Para los jóvenes artistas, su consejo es claro: formarse a fondo, estudiar historia y teoría del arte y ser siempre auténticos, pues la honestidad, el calor y su aura llena de energía, se ven reflejadas en su obra. Dejándonos claro el porque su arte es un testimonio vibrante de la belleza, el color y la energía del Caribe.

